10 cosas que NO nos gusta de viajar.

Si bien nos encanta viajar y creemos 100% que la plata gastada en viajes es la mejor plata invertida; hay algunas cuestiones que nos disgustan a la hora de emprender un viaje. A continuación se lo detallamos.

Viajar de madrugada hacia el aeropuerto.

Es sabido que los horarios de los vuelos matutinos son favorables para poder aprovechar el día en el destino (de ser un vuelo corto), e implica tener que madrugar para llegar al aeropuerto con suficiente antelación más si es un vuelo internacional. Al mismo tiempo, al salir de casa cuando todavía está oscuro puede ser un poco peligroso (aunque si viven en Argentina saben que, lamentablemente, la inseguridad no tiene horarios).

La incomodidad de los asientos de los aviones.

A menos que se viaje en primera, en vuelos muy largos llega un momento en el que ya no encontramos una ubicación cómoda: de un costado, del otro, los pies estirados, con y sin almohada, tenemos frío, calor, se nos duermen los pies, el del asiento de adelante se nos viene encima, nos molesta la luz, ruidos, etc.

Las escalas muy largas.

A veces nos pasa cuando compramos pasajes baratos. Con la felicidad de encontrar un buen precio dejamos de lado este “pequeño” detalle que lo notamos cuando finalmente nos encontramos en medio de la escala. Según dónde sea, el tiempo del que dispongamos y el tener o no las valijas nos da la opción de poder salir del aeropuerto y recorrer un poco la ciudad. Pero, no siempre se puede hacer. Hasta ahora las escalas más largas nos tocaron de noche o con las valijas a cuestas. Intentar dormir, comer algo, dar un par de vueltas, conectarse al Wifi gratuito, se termina haciendo una rutina un poco aburrida y cansadora; más si es un vuelo de regreso en el cual ya no tenemos la emoción que manteníamos a la ida.

Cansancio por el vuelo + “jet lag“.

Por empezar, nuestro lema SIEMPRE es conseguir vuelos baratos, por ende puede implicar o viajar muy temprano o muy tarde. Si viajamos de noche y durante la semana, casi siempre vamos al aeropuerto después de haber trabajado. Esto ya hace que empecemos el viaje con un cansancio lógico acumulado durante el día. Si a esto le sumamos un viaje largo, con escalas y cambios de horarios terminamos AGOTADOS. El “jet lag” tarda en irse y nos dura unos días hasta que logramos “acomodar” el sueño.

Llegar de noche al destino.

Dependiendo del lugar al que arribemos se nos pueden reducir las opciones para movilizarnos del aeropuerto al lugar donde vamos a hospedarnos. Generalmente, lo reducimos a tres opciones: taxi, Uber o transfer privado. Al no conocer el lugar, tener miedo de andar en paradas de colectivo o estaciones de tren o subte con las valijas de noche, preferimos ir en taxi o Uber pagando más pero con la tranquilidad de llegar al alojamiento de forma rápida y segura.

Cansancio acumulado.

Como mencionamos antes, armamos el viaje en base a un vuelo barato y de ahí empezamos a ver hacia dónde podemos ir y qué ciudades podemos combinar. Al no contar con tantos días como para poder abarcar los lugares de manera más relajada, terminamos haciendo muchas cosas en poco tiempo; lo que nos genera un desgaste físico que vamos acumulando y lo notamos más que nada en los últimos días de nuestro viaje.

Pasar un mal momento durante el viaje.

Tenemos dos anécdotas para explicar este punto. La primera fue la pérdida de un vuelo de conexión porque cuando íbamos a tomar el primer vuelo en Argentina se decretó un paro de pilotos y si bien, la aerolínea era de afuera, no podía salir ningún avión. Los habíamos comprado por separado entonces lo que nos decían acá era que al tener número de reserva distinto la aerolínea no se podía hacer cargo del segundo vuelo. Con una demora de 4 horas (dentro de lo malo no tuvimos tanta espera) logramos despegar pero esas horas bastaron para que, cuando aterrizamos en el destino, nuestro vuelo de conexión estuviera saliendo en ese mismo momento. Fue un viaje contra reloj para nosotros pero claramente era algo que nos excedía y no podíamos hacer nada. Simplemente resignarnos.

La segunda anécdota fue en Brasil, estábamos recorriendo la zona de Lapa y en un momento quedamos solos. De la nada, vemos a un chico que nos ve y se nos empieza a acercar. Parecía drogado y nos empezó a hablar y a señalar nuestras pertenencias (no estaba armado pero claramente quería que le diéramos nuestras cosas). Nos asustamos y empezamos a correr. Por suerte no nos siguió pero no dejó de ser un mal momento.

Problemas con el idioma.

En general, nos cruzamos con gente amable y dispuesta a intentar entendernos o darse a entender; pero no deja de ser un momento incómodo no encontrar las palabras o no entender lo que la otra persona nos intenta decir.

Problemas con la documentación.

Antes de salir de casa, revisamos varias veces tener toda la documentación al día, no sea cosa de llevarnos una sorpresa durante el viaje. Como ser vencimiento del registro de conducir, validez de un pasaporte o VISA o algún otro papel que requiera el país al que viajamos.

Ya en destino, cada vez que salimos a la calle, es estresante tener que estar pendiente de la documentación, dónde la guardamos y que no se pierda o nos la roben.

Días de lluvias.

Mientras no sea una lluvia torrencial se puede recorrer una ciudad pero no deja de ser un inconveniente si el destino es de playa (lugar al que ya no vamos a poder ir), un parque de diversiones o una excursión al aire libre donde hay que caminar por senderos o lugares que si llueve puede ser peligroso.

Y una de “yapa”…

Cuando nos damos cuenta que ya pasó más de la mitad del viaje, nos da como esa tristeza de saber que se está terminando la aventura y que se acerca el momento de volver a la rutina y el trabajo.

 

En resumidas cuentas, casi todo termina siendo anecdótico y no por eso nos saca ganas de viajar ni queremos generar ese efecto en ustedes; son cuestiones que si haríamos una lista de pros y contras, lo que mencionamos anteriormente estaría del lado de las contras.

Y a ustedes ¿qué no les gusta de viajar? ¿coinciden con nosotros? Los leemos…

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